jueves, 20 de junio de 2019

(velar)



Hace mucho tiempo leí
un cuento en una revista.
Un difunto en su cajón.
Una sala de sepelios,
sólo la hija velando ese cajón.
Ella, sentada, muda
mirando
un rato largo, larguísimo
/inmóvil es el tiempo de las noches de velorio
cuando te quedás a solas con un cadáver.
El cuerpo que recién muere
de alguien de tu vida.
Lo mira buscando
el misterio de la existencia, de la muerte.
No sabe si dentro del cuerpo hay algo que vive todavía
la muerte es invisible, quizás algo en la pesadez de los párpados
la extrañísima pérdida del color natural
la quietud única del cuerpo yacente ante tus ojos.
Lo único que pasa en esa historia:
la hija prende un cigarrillo,
lo fuma
y cuando lo está terminando
da una última pitada, la mejor
y lo apaga en el brazo del cadáver de su padre.
No puedo sacarme de encima 
la brava maravilla de ese relato
Qué potente y oscuro debe ser apagar un cigarrillo
en el cuerpo de un muerto.
Lamento no recordar el autor.

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