domingo, 16 de junio de 2019

Velar



“Nuestros altares y nuestros hogares sagrados están todos repletos 
con los pedazos 
que las aves de presa y los perros han arrancado
 al cadáver del desgraciado hijo de Edipo” 
(Antígona)

Matar al amor de muerte violenta
dejarlo pudrirse el aire
tal como cayó sobre la quieta playa de la guerra.
De pronto estaba todo ese cuerpo vivo.
Sacarle la existencia
exponerlo
a modo de castigo.
(Imposible inventario: los jirones del amor
porciones inauditas desparramadas
sobre los altares cotidianos plagados de detalles:
la sonrisa
el café
la yerba en su yerbera
los domingos
cada día, todos los otros días
conversar
escribir
callar
ver
oír
evitar pensar 
en todos los otros restos del naufragio:
piel, ojos, saliva, algunos sonidos corporales
el ensamble
las larguísimas horas del amor).
La perfección destejida
en miles de hilos.
Los buitres carroñeros 
arrancan,
reparten
ante mis ojos tu silencio tu voz perdiéndose 
las manos vacías
huellas lamidas por el mar, borrándose.
No quedan rastros del inicio de esta muerte,
sólo hilachas tristes.
Aprendo canciones
/"no podrías evitar lo que siento yo"/
reúno tristes parcelas de lo que no es
la extensión incalculable, agigantada

si pudiera coser hacer hilvanes remiendos

no tengo la forma del milagro
no tengo el don de los milagros.

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