domingo, 30 de junio de 2019

precisar



Nacidas en nueve noches de amor entre Zeus y Mnemónise: Calíope la heroica, la histórica Clío, sensual Erato, Euterpe musical, trágica Melpómene, Polymnia la de los himnos, danzarina Terpsícore, Thaila la cómica, astronómica Urania. Hembras nacidas en la fiesta del triunfo de los dioses sobre los titanes deslumbrantes, maravillosas, las nueve musas derraman el aire que sedientos devoran los artistas. Eran tiempos en donde nadie admiraba estatuas o joyas: sólo cantos, sólo cadenas hermosas de letras alrededor de un suceso, a veces rítmicos sonidos, siempre palabras, siempre palabras. 
A veces el arte enmarca un momento. Modela el barro de la alegría o el dolor, alquimia destinada al viaje hacia los otros. Se siente pena o se celebra haciendo un himno, se lo dona al aire; otros lo escuchan y recuerdan una pena propia, su cárcel, o se preguntan por el último motivo de esa flecha enviada hacia adelante, corriendo el riesgo de evaporarse, desaparecer, volverse era histórica o la nada. Las musas conducen el viaje del alma hacia recónditos lugares y los iluminan. 
El artista dispara como un arquero. Nadie repara quizás en su instrumento: no cuentan las argucias, la búsqueda técnica, el eco carnal de cada intento. A veces los arqueros apuntan con certeza la flecha perfecta en el momento indicado. Otras lanzan al cielo a ciegas, por el puro placer de sentirse a sí mismos durante ese disparo. Los hay quienes tallan sus flechas, lustran su arco y mueren antes de terminar su preciosísima tarea. 
Hay gente que nace en pueblos de guerreros, fabricantes de zapatos, tendedores de cables de luz, transportistas, herreros. Una flecha pasa a lo lejos o muy cerca, rozándole la piel, y descubren, sorprendidos, la revelación de su destino: entonces dejan la aldea de seres concretos y caminan hacia atrás descubriendo el disparo original. Otros se topan con el don en una fiesta del pueblo o durante un ritual religioso: de pronto alguien pone un arco entre sus manos y les sale el mejor disparo jamás visto: son los bendecidos por las musas.
Hay pueblos de arqueros, familias enteras dedicadas a la confección de esas flechas. Ellos enseñan a sus hijos, desde que aprenden a caminar, los secretos de este oficio improbable, tangencial. Siempre hubo, hay, habrá arqueros. Sólo que antes definían las batallas y ahora a veces sirven de bufones, amenizan torneos o adornan, sencillamente, los festejos de personas que disfrutan consumiendo sus dones.  Alrededor de los arqueros surgieron las industrias hambrientas de dinero, dispuestas a convertir la fabricación de sus armas en mercancías. Existen festivales, productores de eventos, inventores de festejos comerciales que aglutinan a los hambrientos arqueros pidiéndoles monedas a cambio de insumos exhibiéndolos, a veces, a ellos mismos, en competencias inventadas, rituales ficticios y cronologías provistas de ceremoniales y efemérides. Hay quienes se rinden seducidos por las luces artificiales de semejantes actividades: también está el grupo de los arqueros románticos, leales a sus orígenes, que esconden sus costumbres y las mantienen impolutas, vírgenes a los dictados de la moda imperante. También existen los fanáticos arqueros oscuros, radicales, que planean festejos desgraciados, paralelos, sueñan con exterminar falsos rivales, denunciar a los arqueros corruptos y definen entomologías de traidores a su raza. Pero todos, en mayor o menor medida, buscan reunirse para conversar de las sutilezas de su arte armando cofradías, bandos que delimitan estilos, preferencias, aspiraciones, y polemizan respecto de sus relaciones entre sí y con todos los demás del mundo.
Los artistas somos tan invisibles que nunca se nos dedicó el casillero de un censo. Inútil precisar una cifra. Se me ocurre que hay más artistas que hombres ricos, teniendo en cuenta datos de la ciencia estadística que promulgan que el veinte por ciento del planeta concentra la riqueza en sus baúles. Creo que los artistas somos más numerosos: quizás más de un tercio del planeta fue tocado por las febriles, impertérritas musas, en su febril tarea de despertar adeptos y sostener sus bellos pedestales atávicos, confiadas en virtudes insistentes y maravillosas.
Nací en una familia de arqueros: pertenezco al larguísimo, maridado linaje de Melpómene. De marcado sino trágico, casi todos en mi familia son músicos, periodistas, poetas, escritores de diversas calidades. También hubo quienes experimentaron el vértigo paciente de la plástica o la edición. Pero casi todos, en mayor o menor medida, tenemos la genética compulsiva de ensimismarnos en diferentes costumbres artísticas. Se toca la guitarra, tambores, piano y se escribe todo el tiempo, con una asiduidad parecida al respiro. Traté de dedicarme a alguna otra cosa pero siempre recaí, volví al útero conocido de mirar al mundo y devolverlo con flechas aprendidas desde mi origen. Me enlazo a personas así, cansada de intentar comprender, saber de otras habilidades humanas: asumida mi ineluctable condición, sé que sólo puedo alojar la compañía de hermanos disparadores de las flechas del alma, tatuados con la marca de las Nueve Hermosas.

jueves, 27 de junio de 2019

afirmaciones,



Asumo confines físicos, visto piel de ausencia me arropo, reconstruyo hábitos regreso antes de la luna al ríspido recuento duros espejos devuelven innúmeros no, sencillos: no ser aceptada no poder sobrevivir a las mareas, mirarme así, atada, hecha de gruesos nudos, huecos, hilvanes sutiles, recordarme espantapájaros. Rutinarias nubes rasgadas, detrás el feliz cielo perfecto el viento suena sobre todas las músicas, diluye horas felices que ya no canto. No se me puede tomar entre las manos, acariciar, clavo alfileres. Me rindo, abatida, subo y bajo en la soga tensa emparchadas derrotas presentes siempre hermanas de mi vida áspera, mal bordada.

miércoles, 26 de junio de 2019

Rituales:



guardo el áureo líquido
conservo el color del halo
aromas                                       brillos
religo                                          canto
oigo la voz,                              acaricio
                          telas
mi mirada recorre                      letras
adoratriz                          el alma 
                                      de rodillas.
convierto ayeres
   construyo altares
       rodeados de aire 
                            y vidrio
           hueca noche helada
                     pronuncio restos.

                                  Que se haga tu voluntad
                                    de no tener más nada.

martes, 25 de junio de 2019

de hielo.



El frío condensa
el sol ilumina y contrasta, lejano.
Así, el hielo configura
un límite para el vacío
le da recipiente, encogiéndolo.
El final de mi cuerpo
recibe rémoras de aire.
De pronto soy de nuevo.
Miro seca, sin parpadear
la vereda, la calle siguiente.
Se cruza alguien con un gorro
enfrascado en su bufanda.
Una roja idea sutil se agolpa, presente.
Aviento la tentación, esa araña
que teje una trampa sólida, diminuta.
¿Cómo es su cuerpo, abrigado?

domingo, 23 de junio de 2019

y vacío



era hermoso, hermoso
verte ahí, o allá
parecías un pez nadando
en aguas naturales
nacido en una ría lejana
inventé que habías ido
contracorriente
toda una vida
para llegar
perfecto
guante

parecías feliz.

No queda nada
cuento
baldosas
mido enumero
un enorme espacio
sin sombras
dotado de sencilla dureza
sólo hay ángulos
ecos
apagándose

me estoy olvidando
cómo eras
hice un par de nudos
ahora
tengo que
cerrar la puerta
limpiar restos
volver a empezar.

jueves, 20 de junio de 2019

velar.



Voy a hacerte caso. Voy a quitar de mi vida lo superfluo de vos. Cierro los ojos, inspiro, empiezo: te dibujo, te dibujo entero detrás de mis párpados y con un cuchillo imaginario, empiezo. Arranco la hermosa superficie de tu piel a gajos. Corto en pedazos cada uno de tus órganos, todos. Vuelvo de cristal translúcido tu corazón, la garganta, los dedos, tus huevos, tu mente. Abro la vasija que tengo preparada, una vasija color ámbar también transparente hecha con mis manos. Los aplasto con un mortero de piedra milenaria cantando una canción también antigua. Surge un polvo dorado, brillante en sí mismo. Sigo ejerciendo mi poder pulverizador. Obtengo la mezcla homogénea, la revuelvo. La pruebo: sabe a miel. Una miel que ya conozco tibia, espesa, blanquecina. Busco en los libros de alquimia y enciendo el fuego indicado. Pongo la vasija, sigo dando vueltas con una cuchara tallada en la piedra de la primera caverna cuando la cáscara de la Tierra aún estaba tibia. Ya no hace falta revolver. Mientras sigue el proceso esencial reúno aquello que te arranqué y lo guardo en un cofre indestructible, marmolado, envuelto en una mortaja de seda finísima, roja, por supuesto. Siete días con sus siete noches atizaré el fuego, lo mantendré vivo, esperé con los ojos bien abiertos, atenta cada una de todas esas horas. Veré cómo el color inicial de las galaxias, la forma en que ciertas tonalidades engamadas se despliegan en un arco iris indecible.Veré volutas internas, acaracoladas. Veré la calidad del sonido, su temblor. La canción de tu esencia: el sonido volviéndose materia colorida, una mezcla temblorosa, un latido potente. Lo saco del fuego, ahíta de milagro.

Y antes del enfriamiento
veré tu esencia
transmutar
hasta elevarse,
desaparecer en una escala
bella
indefinible
púrpura.

(velar)



Hace mucho tiempo leí
un cuento en una revista.
Un difunto en su cajón.
Una sala de sepelios,
sólo la hija velando ese cajón.
Ella, sentada, muda
mirando
un rato largo, larguísimo
/inmóvil es el tiempo de las noches de velorio
cuando te quedás a solas con un cadáver.
El cuerpo que recién muere
de alguien de tu vida.
Lo mira buscando
el misterio de la existencia, de la muerte.
No sabe si dentro del cuerpo hay algo que vive todavía
la muerte es invisible, quizás algo en la pesadez de los párpados
la extrañísima pérdida del color natural
la quietud única del cuerpo yacente ante tus ojos.
Lo único que pasa en esa historia:
la hija prende un cigarrillo,
lo fuma
y cuando lo está terminando
da una última pitada, la mejor
y lo apaga en el brazo del cadáver de su padre.
No puedo sacarme de encima 
la brava maravilla de ese relato
Qué potente y oscuro debe ser apagar un cigarrillo
en el cuerpo de un muerto.
Lamento no recordar el autor.

domingo, 16 de junio de 2019

Velar



“Nuestros altares y nuestros hogares sagrados están todos repletos 
con los pedazos 
que las aves de presa y los perros han arrancado
 al cadáver del desgraciado hijo de Edipo” 
(Antígona)

Matar al amor de muerte violenta
dejarlo pudrirse el aire
tal como cayó sobre la quieta playa de la guerra.
De pronto estaba todo ese cuerpo vivo.
Sacarle la existencia
exponerlo
a modo de castigo.
(Imposible inventario: los jirones del amor
porciones inauditas desparramadas
sobre los altares cotidianos plagados de detalles:
la sonrisa
el café
la yerba en su yerbera
los domingos
cada día, todos los otros días
conversar
escribir
callar
ver
oír
evitar pensar 
en todos los otros restos del naufragio:
piel, ojos, saliva, algunos sonidos corporales
el ensamble
las larguísimas horas del amor).
La perfección destejida
en miles de hilos.
Los buitres carroñeros 
arrancan,
reparten
ante mis ojos tu silencio tu voz perdiéndose 
las manos vacías
huellas lamidas por el mar, borrándose.
No quedan rastros del inicio de esta muerte,
sólo hilachas tristes.
Aprendo canciones
/"no podrías evitar lo que siento yo"/
reúno tristes parcelas de lo que no es
la extensión incalculable, agigantada

si pudiera coser hacer hilvanes remiendos

no tengo la forma del milagro
no tengo el don de los milagros.

jueves, 13 de junio de 2019

cuerpo.


Límite de sí y no resultado de la suma de moléculas, proteínas, líquidos, partes de las células unidas tejidos órganos sistemas envase del alma lo ejecutor del pensamiento, del sentido, categoría para definir la sustancia de la muerte al marcharse el indecible hálito, sustancia y recipiente de energías múltiples magnificando lo pequeño replicando lo enorme eco cósmico escenario de batallas y tragedias lugar donde se asientan las heridas territorio de ejercicio de la humanidad en un segmento de tiempo crece decrece, se multiplica distorsiona destruye, lo que anda y se detiene lo que obedece a la voluntad que lo gobierna lo que late involuntario, muestrario de dolores, vasija carnal de la memoria herramienta múltiple residencia de la vida y lo real, frontera trashumante en visiones, víctima de inventos propios o ajenos, capaz de regirse por ficciones, emanaciones de sí o de otros, cuerpo soy yo, cuerpo es el otro, cuerpo es el blanco de la cultura que modela su idea de belleza lugar de la domesticación, el dolor, la rebeldía, la esperanza de ensamble y su fracaso, cuerda para resonar de horror, lienzo en blanco para fantasías, fantasma, enumeración de facultades, dejando de ser la idea enredada del otro, cauce de la información, focus del viento del arte zona de absorción de la esperanza y todos los finales, ofrenda para las amputaciones de cada circunstancia de la historia modelo el génesis de mi fe surgida del barro, lo material insuflado por un aire indescriptible que lo hace otra cosa, ya no cosa, misterio, campana para la alegría, celebración orgánica del transcurrir segmentado. Soy cuerpo, cuerpo nada más que envase límite durabilidad tu cuerpo tocó mi cuerpo mi cuerpo amó tu cuerpo me sentí arrancada deshice hilos de sangre vuelvo a tejer mis signos recompongo mi regreso a mí misma sabiendo que mis ojos mis manos mi saliva no se cruzan más con vos, no sé de vos no supe no sabré saldré hacia adelante saltaré la barrera inventada mataré llagas desharé volveré a hacer nudos y costuras volveré a tejer mis madejas, soplaré ese barro juraré sagradas heridas, llagas, costuras y así renacer.


miércoles, 12 de junio de 2019

Somos



soma sangre no del alma, sed célula dolor aire sólido parte dura sin pasado, sólo hoy apenas caída mirame los golpes no el alma al revés, el alma sueña tijeras cuchillos dicen partículas lo real antes que suceda sabe ata cabos del desgarro mira dentro ve con lupa de insomnio lo real no se habla de ladrillos y luego el golpe simetría desigual injusta cruel tiempo pone rodillas raspadas llorás duele lo real no ficción no melancolía soma somos cuerpos somos dolor heridas reventadas abriéndose, cuerpo perdido lastima aire duele reloj real no es la idea del reloj es su volumen sonoro opaco imposibilidad tijera sangre animal brota temor carne natural llaga vuelta flor no digas pesadillas vueltas soma somos cuerpo somos reales aun ausentes reales vivir morir real saber final caminar sin apuro sintiendo el frío corredor hasta dormir la pausa del soma sueño cuerpo real miedo pena bisturí material.

lunes, 10 de junio de 2019

apurarse.



aBrazar otras formas aClarar, desteñir telas arcaicas aDmitir la derrota aÉrea, derribar principios aFirmarse en los finales aGotar la instancia aHogar el llanto aIrear el cuarto aJustar nudos sobre moldes nuevos aLumbrar las heridas aMordazar alaridos aNular saltos de agua al vacío aÑorar regresos a lo primitivo aOvillarse en protección aPurarse en matar el amor /aQuel que mata/, aRmarse hasta los dientes del alma aSí se sobrevive aTando viejas costumbres aUllar a la vieja luna aVenturarse hasta morir purificada sin un aY romántico, último suspiro aZote.

domingo, 9 de junio de 2019

debe



arrancarse de cuajo
la mirada comercial de los asuntos:
utilidades, listados, préstamos, balances.
En el camino a la autodestrucción
recorrer el cúmulo de visiones
hacer el último inventario
testamento.
En dos columnas, lo que hay y lo que no
eso que se recibió, completo
aquello ubicado en la deuda.
sobre el amor debe
hilarse en otro molde.
Romper en mil pedazos telas de sabiduría antigua,
una vez o dos, y con esas madejas
reconstruir los naufragios del alma
guiados únicamente
por la profundidad de lo visceral/
puro, a jirones, descosido.

sábado, 8 de junio de 2019

romántico



La música romántica acustiza el salón del supermercado:
desconocidos estribillos de Maná o Shakira.
Camino despacio, arrastro
mi carro vacío.
Tengo mil para gastar,
lo que necesito comprar valdría ocho o nueve.
La angustia proletaria es la verdadera 
música de fondo de mi alma.
El parlante expulsa frases musicalizadas
denotando mentiras amorosas
mujeres traicioneras y hermosas noches
perdidas en el consabido frasco común del pasado.
Maldigo la oferta de fideos del sábado, debería haber venido,
no pude, estaba cansada de limpiar, dormí una siesta.
Ahora un varón con tonalidad de castrati 
aúlla el amor que tiene,
sorprende a los tímpanos
esa alegría licuada, hipócrita
- cuántas veces estuve falsamente eufórica
en las excesivas épocas de galanteo.
El romanticismo es
una pátina venenosa de aluminio
evita la descomposición humana 
mientras nos morimos por dentro.
Lo romántico tiene recetas eficaces:
abarca las íntegras zonas del mal
te enseña que nada es sin dolor,
por el contrario recomienda
la ética del sufrimiento  y el abandono:
si no duele el amor, no existe, 
y mientras pensás
en la excesiva cantidad de veces
que te desilusionaste con un hombre,
si alguno te pegó o tiró agua hirviendo
la cajera te avisa
que tu tarjeta tiene fondos insuficientes.

jueves, 6 de junio de 2019

amor



No debería confundirse al amor 
con la descomunal energía que se despliega 
entre dos seres con voluntad de apareamiento. 
Nos rondamos como bestias, enloquecemos, 
creemos que ese derrame de luz está investido de una categoría sagrada. 
La belleza sostiene un cuestionable deseo de perpetuación
frágil, milagrosa: pocas veces hay amor en eso. 
La sexualidad, burbuja del alma humana, 
tiene un lente cóncavo distorsionante de magnitudes
tembloroso como la aguja del sismógrafo. 
Pocas, muy pocas veces, el encuentro entre dos personas
con intensa sexualidad muta en sentimientos profundos, comulgantes, elevados. 
El amor germina cuando, luego de la efervescencia del coito
esas dos personas se descubren en un lazo de recíproca aceptación.
Una amiga afirmaba: sólo hay dos formas del amor 
rotundas, inamovibles, inclaudicables, 
el amor a las ideas, el amor a los hijos/ entendidos 
como aquello que arrancado amputa al ser de su propia condición. 
Nada del amor puede cambiarse. 
Tiene una ruta de ida, 
no retributivo, orgulloso, trágicamente constante, 
comparable a la necesidad del oxígeno, el líquido y la subsistencia primordial. 
El resto obedece apenas a desórdenes transitorios de la química, 
necesidades secundarias, épicas, épocas personales. 
Estuve de acuerdo y lo olvidé, 
hasta que me castigaron por eso. 

A veces se superponen sentimientos. 
Se ve el propio reflejo y se produce un espejismo fugaz, torpe, esperanzador. 
Surge la ilusión de que exista alguna otra posibilidad. 
Por épocas parece que alguien puede amarte con todo lo que sos: 
sólo se trata de un paréntesis.
El amor sucede todo el tiempo
como la voluntad de escribir de Paterson: 
una suave música de fondo, inaudible para el oído de quien no la comparte. 
Está siempre pensando en escribir un poema: 
todo, más o menos, va a parar ahí
No hay nadie que pueda detenerlo. 
Lo que pasa es la gris monotonía que sólo se tolera porque sentís amor.
Si ese patrimonio, la existencia de ese vector, no es amado también por quien se acerca, 
vuelven las habituales notas discordantes de la vida.
No hay posibilidades, no te engañes. 
Aquello que te da forma y sentido, 
al mismo tiempo te aísla. 
Los golpes sufridos, los peores errores cometidos, 
fueron los de aceptar la cercanía de quien desprecia el amor a las ideas o a los hijos. 
Fabrico mi cueva, entonces, 
con el destino en mis manos, mi amor en crecida, 
arañada por mi propia ingenuidad que debe envejecer con urgencia. 
Piensa en escribir: cada sonido de la calle, 
el recuerdo que se instala, la observación sencilla de los objetos cotidianos, 
una emoción, el abrazo del cuerpo amado. 
Cada una de las pequeñas perlas del collar de su vida 
padecen esa transformación, motivo de ser-poemas. 
Este héroe sólo piensa en poemar, poner hermosura de palabra
a ciertos gestos, señuelos luminosos. 
Vuelca el tejido entre su alma y lo que ve en un cuaderno que atesora. 
Un día, el perro mastica su cuaderno.
Él se queda quieto, sin parpadear: en blanco. 
No queda rastro de ningún poema suyo. 
Días después alguien, quizás la metáfora del arcángel guardián
le extiende otro cuaderno. 
Entonces su alma vuelve al silencio contemplativo, 
a eso que él es, a eso único que es, un hombre que ama escribir, 
como los meandros que dan curso al arroyo, 
la caída de agua que se despliega ante sus ojos algunas tardes.
El amor busca hacerse como la poesía que escribe Paterson en sus cuadernos. 
Se abre paso anónimo y frugal. 
Por momentos, como pasa con el devenir entre los días y las noches, 
el derrotero de los astros o las catástrofes climáticas, 
algo pareció interrumpir mi destino con ventarrones luminosos, rutilantes. 
Pero los naufragios me llevan cada vez más hondo, 
cerca de la muerte, hacen temblar el fiel de la balanza. 
El temporal me vuelve a mi lugar, cada vez más derrotada y sabia. 
Lo único que sé es que quien ama no puede dejar de hacerlo 
y acepta, profundamente, al otro. 
Como aquel poeta que no puede detener el fluir
de su búsqueda de poner en palabras lo bello: 
porque cuando aparece, no puede dejar de hacerse.  
Soy quien tensa ese arco ineludible. 
En el reparto de dones y el azar celular, 
me tocó estar intrínsecamente afinada con ese destino. 
No fui amada por eso, no me tocó recibir otra posibilidad. 
No nací para ser amada. 
Acepto esta sentencia bajo la lupa honesta de estas horas.
Eso me dijeron; lo acepto sin parpadear ante el espejo 
del final.

martes, 4 de junio de 2019

del



Delgada la línea de los sueños despliega lo prohibido en vigilia de noche nítido el dolor de verlo llevarse como un ladrón sus cosas, las robaba, se las llevaba apurado haciendo un bolso, una fuga, era una fuga, desperté a la luz cruel, lúcida, deletreando restos, falsos señuelos, corrí a ponerlas en una caja de zapatos negra, así son de escasas, reales, duro ver lo muerto, viene desde la noche destrozando diques, quiebra cierta fémina voluntad de mantener un hilo roto, inexistente, vaporoso, vuelto nada como todo, no es él, claro: no le importa nada de mí, nada,no detiene su máquina, la pone a andar y ya, cosa suya su vida, su pesadilla, su felicidad, su camino, yo tengo mi desierto, cosa mía mi vida, llena de arena, de hermosas piedras pequeñas raspando las horas del descuento, encallando días, fue siempre así. Después del sopor derramo mi vida, a mí tampoco me importa, las cositas del sueño se fueron, lo otro, lo real, existe acá.

lunes, 3 de junio de 2019

muerte


La muerte es hembra,
sentimos sus ojos en la piel.
Morimos cada sangre del menstruo;
morimos cuando nos manosean, pegan, torturan, violan, 
matan a los nuestros.
La muerte firma el maltrato, la guerra, el golpe físico.
La sabiduría / esa otra mujer/ la celebra:
devoramos lo matado, matamos por vivir.
No hay cambio sin violencia, no existe violencia
sin partes necrosadas.
La única manera de vivir es la salvaje:
lo reza el mantra de la cultura.
No puede matarse, la muerte.
Naciste perdiendo:
salí a matar vos también, conocé la fuerza
imponiendo su tremendo resplandor sobre las cosas.
Lo único que debería saberse es matar y morir,
para despejar las dudas detrás de tu frente, y luego
de haber matado y muerto lo necesario,
disfrutar el cruel intersticio donde transcurre
la frugal escasez de lo demás.









La


piedra que no tengo en
la mano
la manera en que me vio el Amado
la mirada del Amado respecto de
la fragilidad vuelta ataque.
¿Cómo dejar de ver esa semblanza
todas
las noches?
La mansedumbre temporaria
la costumbre de
la hembra que soy
la que no puedo dejar
la que no puedo matar en mí:
la llave de mi jaula.
La espalda, su espalda yéndose
la voz del adiós retumbando
la pena, esa compañera
de por vida, toda
la vida,
la muerte.








domingo, 2 de junio de 2019

/esperanza/


¿Qué esperamos en Penélope,
qué nos enseñaron todas las Madres
a lo largo de los siglos?
Esperamos que vuelva el Ido
esperamos que la vida se nos llene del Otro,
vacías sin el viajero.
Esperar sin ansias, viendo cómo
los pequeños fuegos de la vida se aplastan en cenizas
llevados por el suave viento que acaricia las playas de Ítaca.
Acomodamos el día con migajas
nos matamos de hambre a nosotras mismas
inventamos esa lealtad a la Nada, al Vacío: al Abandono,
suspirando por el Abandonador, el que Eligió Irse.
El color de la esperanza orló la primavera,
esperó su complemento, ese rojo
al que atávicas creímos sangre verdadera
y nuestro corazón se va muriendo en la espera,
sin saber cómo matar esa esperanza sin morirnos.
¿Amar sin esperanzas sería solución?
¿Amar sin solución es esperanza?
¿La disolución de la esperanza cobija
la verdad del Amor?
Conjeturas.


propia


humanidad despertando

sorpresa: arden hermosos los fanales

felicidad: asirnos del amor

incredulidad: leía, esperaba, era feliz

sombra: oculta obstinada los bordes reales

impotencia

certeza:hilos, eco de almas,  palabras

persistencia: contra la pared de mi encierro

pena: calesita mareada, cíclica, sin excepción

puerta: cerrarla, cerrarla, dejar afuera.

mi


es mío lo que sé, mío mi amor, mío mi tiempo, mía mi manera de tener agua entre los dedos yéndose siempre, mío mi contorno de colador donde escapan, felices de irse, mis humedades, mío él por cien días, mía mi exasperación por amarlo todo, a raudales, mía mi glotonería mi avaricia, mía mi absurda, hueca saciedad, mía aquella caverna fundante, mías sus palabras, mío el inventario larguísimo, larguísimo, larguísimo de perfecciones estropeadas como todo, como siempre, las anoto con palotes en la pared de mí misma mía mi voluntad de no ser ropa, sacarme de mí ese rango brutal de no ser otra que mi propia, hosca, inamable yo